Una de las funciones del arte es expresar y contar cómo somos.
El autorretrato es considerado como uno de los ejercicios de análisis más profundos que puede hacer un artista. Implica escrutarse el rostro y conocerse hasta tal punto que la expresión que tenga en ese momento se traduzca en el dibujo o la pintura que aborda.
Por medio de la pintura podemos saber cómo fueron los rostros de los personajes importantes de otras épocas (reyes, emperadores, papas, etc.), retratados e inmortalizados por la habilidad de los maestros pintores.
Esta costumbre se ha extendido hasta la actualidad, y en nuestros días son frecuentes los autorretratos hechos por medio de una cámara fotográfica u otras tecnologías.
En un autorretrato interviene la subjetividad del artista, ya que el pintor o fotógrafo se representa a través de su propia mirada: su estado anímico se pone de manifiesto en la elección de la pose, los gestos, los colores de su ropa y de su piel.
Técnicamente, la pintura del autorretrato se realiza mirándose en un espejo, o en el agua de un charco o de un río, como lo hizo Narciso; otras veces los pintores se retratan según como "se piensan" a sí mismos o cómo se recuerdan; recorren con las manos la cara y trasladan las sensaciones a la representación pictórica.
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